sábado, 23 de febrero de 2013

Crónica: Mi primer viaje en Avión.

Las nubes, el miedo, la bulla...
(Crónica: mi primer viaje en avión)



-Dios te salve, María, llena eres de gracias (...) Santificado sea tu nombre.
-Pero mira hacia abajo, mama: se ven solo nubes.
-Bendita tu eres entre todas las mujeres (...) Haz tu voluntad en el cielo como en la tierra.

  Cuando era niño me gustaba mirar Goku comiendo crispetas con agua-panela. Me emocionaba ver que aquel chiquillo se elevaba con su báculo sagrado hasta el cielo y que traspasaba las nubes como si fueran paredes intangibles. Los Simpson, por su parte, mostraban a Dios agigantado, sentado sobre una enorme banca que se sostenía sobre las nubes. Recuerdo esto ahora... lo recordé antes y en el momento en que estaba subido por primera vez en el avión que me llevaría hasta Bogotá, que me dejaría durante dos horas en uno de los aeropuertos más grandes del país  y que luego volvería a recogerme para transportarme a Cali, lugar donde presentaría una ponencia en Jalla 2012, congreso internacional de literatura latinoamericana.
 ¿Las nubes se rompen o no? El avión despego después de haberse acomodado lo suficiente. Prendió su motor, supongo, y tomo una velocidad indescriptible. dejo de tocar tierra y me arrepentí de haber elegido la ventanilla. ¡Y tanto que hice para que me dieran ese puesto!

-Señorita, ¿puedo elegir la ventanilla?
-Claro, joven, pero cuando venga a hacer el ''check in''
-¿El que?, ¿que es eso, señorita?
-Es el registro del vuelo. Usted compra los pasajes hoy, pero 48 horas antes, si lo desea así  puede venir para registrar oficialmente su vuelo. Entonces puede elegir el asiento que mas guste.

  Y así sucedió: fui 48 horas antes del vuelo; me dieron un papel impreso dos veces, y listo, ya tenía fila y asiento: 6L. Antes de subirme al avión  mire el cielo y dije: ''Espérame''. Cerca de 20 minutos dure dentro de la aeronave que no se movía  no caminaba, no volaba, miraba hacia el cielo, había nubes, ¿se rompen las nubes? Hubo un momento en que me arrepentí de no haberme ido en bues: el vuelo se retraso 75 minutos, y yo en la puerta de embarque no hacia mas que preguntar si por distraído había perdido el vuelo, y que ahora que tenia que hacer. Me mandaban a sentarme, a tranquilizarme, que no me preocupara, que ellos avisaban por el alto-parlante  Ay, y la fila que me toco hacer, ni se la imaginan. Tuve que dejar las monedas y el celular en una caneca, también el bolso, pero no me advirtieron nada sobre la USB, y sonó el pito, como en un almacén de cadena cuando se roban algo. Mierda, pensé que alguien me había metido coca en los bolsillos sin darme cuenta. De nuevo el pito:

-¿Joven, que lleva en el bolsillo?
-Pues... una USB.
-Déjela allá junto a las monedas.

  Y a diferencia del resto, me pasaron el aparato piteador por todo el cuerpo como cuatro veces. El avión despego, y me arrepentí de haber elegido la ventana. Bucaramanga se fue perdiendo entre la velocidad, la altura y mi miedo. No mire, era muy alto, debí pedir la ventanilla del ala: menos susto. Pero me acomode, me acostumbre y me sentí dios. sentí que la señora que rezaba en la parte trasera me hablaba a mí, que me rogaba que la cuidara y que protegiera a su hija. Vi las nubes rotas, blancas, grandes, rotas. Las montañas abajo, el mundo era mío, solo mío, la seguridad, el vértigo  la turbulencia. Que sensación tan extraña de volar tan alto...
Cuando uno alza la cabeza no se ven más nubes sobre uno, sino abajo, como el dios de los Simpson, abajo, tan tangibles, tan abundantes, tan humanas.
  Nunca había ido a un aeropuerto. Mi mama me cuenta que de niño vivíamos cerca de allí  y que yo señalaba con las manos los aviones como queriendo decir que quería uno de juguete. Pasaban cerca, muy cerca de la casa, de mañana y de noche. No recuerdo esos tiempos; estaba muy pequeño. Cuando llegue al aeropuerto, busque la cabina de la aerolínea para que me indicaran por donde quedaba la puerta de embarque. Luego, mi padre pidió un tinto de 2600 pesos, con la misma cantidad de los que, en el centro de Bucaramanga  valdrían 400 pesos. ''Esto es pa'ricos, mijo'', y compro el café  Hablo de mi niñez y de la moto que me compro mi hermano Libardo para que me divirtiera un poco. Se fue, me dejo solo frente al destino. Recordé 'Fire and Ice', el poema de Robert Frost:

   ''El mundo acabara, dicen, presa del fuego; otros afirman que vencerá el hielo. Por lo que yo se acerca del deseo, doy la razón a los que hablan de fuego''.


  ¡Mierda!, el fin del mundo. Qué tal si se cae el avión  el fuego, la montaña, Fire and Ice, de Álvaro Menéndez Leal. No, no pensemos en eso... miles de vuelos salen al día-me dijo un profesor - y las noticias de in accidente aéreo aparecen solo de vez cuando. Si, es cierto: hace mucho no oigo una catástrofe de esas, me tranquilice  me acomode en la silla, me amarre el cinturón  Aire, nubes, cielo, sol que irradia sobre las turbinas del avión.
  Cuando vi las nubes bajo mi poder, pensé en romper la ventanilla y lanzarme al mundo de algodón. Guarde la calma, le perdí el miedo a las alturas, en la Universidad del Valle me asome desde un cuarto piso y ya no sentí vértigo. Los huecos, si, los huecos, hacían que pensara en un accidente, hay huecos en el aire, muy hondos. La turbulencia Cuando vi las nubes bajo mi poder, pensé en romper la ventanilla y lanzarme al mundo de algodón  Guarde la calma, le perdí el miedo a las alturas, en la Universidad del Valle me asome desde un cuarto piso y ya no sentí vértigo. Los huecos, si, los huecos, hacían que pensara en un accidente, hay huecos en el aire, muy hondos. La turbulencia hacia mover el avión para uno y otro lado, temblaba, se perdieron las luces de emergencia, miré la ventana: ''Con el zapato rompo y me boto'', pensé  La azafata había dramatizado como debía uno abrocharse el cinturón  como ponerse la máscara de oxigeno, si se necesitase, señalo las salidas de emergencia, pero no explico que hacer con el miedo, si podía botarse o no por las ventanas. Son como huecos en las carreteras colombianas. Simplemente así  huecos, no se asuste-me dijo otro docente-, que eso es normal. Respire hondo, y me sentí Goku.
  De Bogotá a Cali fue diferente, de Cali a Bogotá el miedo se fue, de Bogotá a Bucaramanga fue divertido. Si me piden una conclusión sobre la experiencia de haber viajado en avión  responderé como respondió Fermina Daza cuando le preguntaron sus impresiones sobre París y Europa: ''Mas es la bulla''.
Fin.

Autor:
Jhon Alexander Monsalve Flórez



Fuente:

Periódico Vanguardia Liberal




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